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Las Repúblicas: Soberanías Fallidas

Por Carlos Cuevas Díaz de León


La República soberana se encuentra inmersa en un concepto inmenso. La soberanía es un tratado macizo de ciencia política y otro de derecho público, y en ambos la soberanía brilla con luz imponente.


En el Estado nación tiene fuerza natural en su territorio, sus instituciones y grandes colectivos; en las entidades de la Unión y sus municipalidades, no obstante, con menores conglomerados, las tres instancias o repúblicas, tienen la fuerza por igual del poder soberano absoluto. La soberanía es un razonamiento rígido, moralista, de alta conciencia que se refleja en el poder absoluto del pueblo; significa la esencia del poder concreto depositado en mandatarios de los tres niveles de gobierno. Es el pueblo el mandante fundamental, vigilante y defensor por obligación y prerrogativa de las instituciones de la República.


La soberanía nacional en México ha sido una broma trágica, los gobiernos surgidos del tránsito independiente han pisoteado los Sentimientos de la Nación y han postergado a segundo plano el sueño de los mexicanos bien nacidos: “La Patria es Primero” y ha sufrido serios embates, Damocles en defensa de “Entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz” y al “Sufragio efectivo. No reelección”.

En nuestro sistema republicano nacional en la forma de gobierno demócrata, el poder absoluto radica en la muchedumbre u oclocracias soberanas. Este ejercicio del poder demócrata representativo nos lleva a explicar que este inmenso concepto de soberanía es el poder mismo del pueblo que ha convenido en depositarlo en representantes electos a propósito, que dirigen a cuerpos intermediarios auxiliares para la función pública en los tres niveles de repúblicas.


El Estado a través del tiempo ha ocupado una posición de usurpación de la soberanía frente al pueblo para tomar las decisiones que afectan los intereses del ciudadano, que permanece pasivo u indolente, ya sea por temor y/o ignorancia. Las agresiones infligidas al soberano han sido dantescas: reforma, revolución y en las postrimerías de esta guerra civil hasta nuestros días no ceden: La Cristera, el movimiento en 1968, de 1971, entre otros.


Por su parte, sectores de la población soberana en la senda de la delincuencia se han atrevido a atentar de muchas maneras contra la propia soberanía y las instituciones de la República. La que mayor daño ocasiona a la conciencia social con la frustración como ciudadanos es la corrupción.


La soberanía, el pueblo es el signo distintivo del poder republicano representado en tres divisiones de funciones que no merecen la denominación de poderes. En nuestro sistema presidencialista, el presidente de la República, los gobernadores y los presidentes municipales son simples primeros magistrados integrantes del soberano al servicio de este. La autoridad soberana absoluta del pueblo es a nuestros ojos la única áncora de salvación, es quien detenta la potestad de erigir un Estado democrático. Así y solamente así, puede ser asegurada la paz social, mantenida la unidad de la nación que rechaza al mismo tiempo la intolerancia y la anarquía.


La constitución de las repúblicas, se deriva de una diversidad de causas que tienen como objeto constituir un gobierno bien ordenado, recto, de una moral a toda prueba. Estas repúblicas requieren todo el poder soberano incuestionable fundamentado en una Constitución derivada del tratado de ciencia política y derecho aplicada al inventario de la demanda social con soluciones políticas y estrategias de ejercicio gubernamental altamente razonadas. En las repúblicas, la soberanía significa que esta deberá reflejarse en el plano económico, pues es esencial como parte de lo político eminentemente democrático desterrando toda intención de la meta del poder por el poder mismo.


Ello exige la participación de ciudadanos en los cargos públicos, probos de buenos sentimientos, sinceros, honestos, con genuina vocación para la política y un profundo amor a la patria en toda la extensión de la frase. Es urgente atender los males que aquejan al cuerpo social


Los signos de soberanía establecen que quienes tengan la facultad de dar ley y ejercer administración para todos, es decir, de mandar o prohibir lo que sea menester sin que nadie se le pueda oponer, estará ejerciendo la potestad y autoridad soberana, lo que será observado en todos los ámbitos de la Nación.


Ya son miles de legisladores que han desfilado por el Constituyente Permanente y por legislaturas locales igualmente, mandatarios y magistrados de las más altas posiciones y sus decisiones y aportaciones han contribuido poco al perfeccionamiento de la democracia. El enfrentamiento Constitución vs Constitución y falta de potencia en su aplicación, lo que impide el avance democrático. Aún más, se empeñan en suprimir la soberanía popular, lo más preciado en la conciencia de las mexicanas y mexicanos. La ambición, la deshonestidad, la arbitrariedad y el cálculo marchitan la República.


Las repúblicas en sus tres niveles no son pues en sí mismas la esencia de un sistema de gobierno, sino la calidad de esta determinada por la forma en que se ejerzan las funciones que a cada instancia le han sido encomendadas por el soberano popular, para que respondan por la satisfacción de sus aspiraciones más legítimas.





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