Los Servicios de Inteligencia desde un enfoque sistémico.
La seguridad pública es un asunto de seguridad nacional. Por la gravedad del problema, cualquier medida que se adopte podrá parecer una utopía; sin embargo, creemos, dadas las circunstancias actuales, es impostergable desenmarañar las burdas realidades que se mezclan con las ensoñaciones de difícil solución; en principio por las sorpresas desagradables que nos han dado algunos elementos de las corporaciones policiacas y el diseño de sus sistemas científicos de información de “inteligencia”.
Los años laborados en el área de inteligencia de la Secretaría de Gobernación, en mi responsabilidad de jefe de información, mostraban en los comunicados que me llegaban de todo el país una panorámica en el tiempo y en el espacio de los padecimientos del cuerpo social y particularmente su comportamiento en momentos de crisis en que todo es del color de acuerdo al cristal con que se mira: el rojo de la tragedia y el extremismo; el gris de la impotencia y la mediocridad; el negro del fracaso y el caos; el rosa del éxito y la felicidad; el blanco de la verdad y la honestidad, y así de otros diversos se observan circunstancias favorables para unos y adversas para otros; para ver a través del cristal deseado por todos, es urgente en estos momentos participar en su sanación, con conocimiento, determinación y patriotismo a toda prueba. Porque para los ciudadanos comunes la inseguridad personal y sus bienes significa un mal grave y una constante zozobra.
Tengamos un impulso de auténtica conciencia que nos lleve a la colaboración para erradicar este mal porque lo comprendemos y no podemos continuar viviendo en el temor, el desorden, la anarquía, la sumisión, el riesgo y, lo más grave, el cinismo, la impunidad y la asociación delictuosa o complicidad. La delincuencia en todas sus manifestaciones con los cruentos atentados a la autoridad y a la sociedad ha cometido alta traición al Estado.
Es necesario un análisis profundo sobre el fenómeno que permita distinguir lo falso, manipulador y pernicioso con que actúan algunos dentro del sistema de justicia y desempeño policial, que forman juicios erróneos contra la buena fe de otros. Al Estado le está permitido crear agencias investigadoras secretas con infinidad de estrategias y sofisticaciones, hasta ejercer la violencia física legítima, lo que ahora le será más alabado que censurado, porque la inseguridad que padece México y que de acuerdo con datos del INEGI el 2017 ha sido uno de los años más violentos. Esto sugiere una atención con extremada cautela e informar a la sociedad buscando también su colaboración para que lejos de inquietarla apruebe sus acciones con su más amplia comprensión y valentía con la denuncia que, afortunadamente, es mayor cada día. En tal sentido, estaremos hablando de la urgencia de una red ciudadana de informadores que incida en los servicios de inteligencia del Estado, con un enfoque sistémico.
Aunque desde la Antigüedad tiene origen el espionaje, fue el francés José Fouché ministro de policía en el Imperio de Napoleón Bonaparte el que “oficializó” los servicios de inteligencia, porque de la investigación y el manejo de la información hizo instrumento para poner orden interno, obtener poder él mismo, cómo conservarlo, evitar la caída del Soberano y hasta para propiciarla. Notables jefes de Estado y de gobierno, tiranos y dictadores se valieron de la investigación de inteligencia para estos propósitos. Así surgieron en los países poderosos agencias con espionaje interno y externo con estaciones en sus embajadas, aunque en los países atrasados también fueron creadas.
Para los objetivos de Fouché, fueron sumamente valiosos el chisme y los comentarios de palacio, en las tertulias, las grandes celebraciones imperiales, las fiestas del pueblo, los velatorios, las reuniones de las damas de sociedad, los centros de reunión para juegos de azar, las tabernas, los prostíbulos, las iglesias, las asambleas partidistas, los centros fabriles, los mercados, los centros de estudios, los teatros, etc. Sus informadores lo fueron todos aquellos que querían los favores del ministro; también ejércitos de niños espiaban por doquier; igualmente, vagos y malvivientes sirvieron a sus propósitos, la paga era buena con la amenaza de represalias si sus informaciones resultaban falsas. Según sus propósitos, espiaba a los sediciosos, funcionarios públicos, militares, políticos, comerciantes, religiosos, líderes gremiales, académicos, escritores, homosexuales, etc. En todas partes encontró informadores hábiles, objetivos, valiosas orejas, siempre con un doble fin: poner orden y alcanzar el poder.
Las constantes negativas que caracterizan a los países en crisis son la radicalización de las ideologías, la incertidumbre, el pesimismo, la pobreza extrema, los resentimientos, la corrupción, la delincuencia, la desintegración social y familiar, etc. Este estado de cosas propicia un ambiente de confusión porque existen deficiencias muy marcadas en la información oficial que impiden conocer con mayor objetividad nuestros avances y retrocesos.
La política y la economía deben ser tratados con la mayor responsabilidad y tacto porque lo que observamos ahora ha infundido desaliento y temor en la sociedad. La corrupción y la delincuencia en todas sus manifestaciones, nuestro deterioro económico, ahora hasta el terrorismo aparentemente causado por el narco nos hace pensar en la amenaza de la de la sublevación social. Los Estados Unidos han dejando ver su “intención” de intervenir con una supuesta “asesoría” para atacar el problema, pues sus intereses en México son de inmensas proporciones. No dudamos que ya también las estaciones de las agencias de inteligencia de otros países que tienen inversiones en nuestro territorio han desplegado una formidable actividad de espionaje para tomar sus providencias. En una nueva perspectiva a nosotros nos corresponde en primer lugar conocer a fondo nuestra realidad.